VERSOS PARA UNA DAMA CON EL INFINITIVO INTACTO
La señorita Mutch amenaza con un bastón de
mala traza
y suelta un grito a su antojo:
"Quizá fuera en Yale a clase, pero no
acierta un frase".
Y le metió un dedo en un ojo.
"A Princenton también iría, aunque
nadie lo diría
a juzgar por su escritura.
En Harvard tal vez copió, o quizá se le
ocurrió
comprar la licenciatura.
En las escuelas de pago debió ser un mal
trago
ignorar qué es una esdrújula.
Mucha rima rebuscada, falsa métrica, mal
contada:
una vergüenza mayúscula”.
Siguió castigándole el ojo y, por mostrarle
su enojo,
se burlaba mientras tanto.
El hombre, que al fin se zafa, hecho el ojo
una piltrafa,
tardó en quitarse el espanto.
“No levante, señorita el bastón cuando se
irrita
contra mi ojo de cristal.
Aunque vaya
el tonto al aula, su mente es como una jaula,
siempre
conjugará mal.
Para un
prosa errática, mejor que la gramática,
será siempre
el martillo.
Ese verbo
que yo parto de un modo tan feo y harto
no es lo más
propio de un pillo.
Sé que mi
(supuesto) estilo la mantiene ahora en vilo
porque aprendí
a escribir en un bar.
Juntar
palabra y pensamiento sería un aburrimiento
sin un
cóctel que tomar.
Quizá no sea
de recibo buena parte de lo que escribo,
mas no tuve
institutrices.
Suelte el
bastón y el diccionario, que en mi prosa de urinario
sobran ya las
cicatrices.
Cuando el
poeta sueña, la gramática le enseña
a enseñar
como conviene.
Está muy
clara la norma de someter el fondo a la forma;
a saber de
dónde viene.
¿Quizá de un
cementerio, nacida del buen criterio
de un triste
sepulturero?
¿Es un
palimpsesto cruel? ¿O está esculpida a cincel
en la proa
de un ballenero?
¿consta
acaso en un bordado, primoroso y bien guardado
con tesón
por una abuela?
¿O es de
sangre la tinta con que la historia la pinta
a quien,
furioso, se rebela?
Deje mujer,
el bastón y olvídese del bofetón.
Brindemos,
no sea tremenda.
Por darme
muerte me acecha, mas creo que no está hecha
la tumba de Aristóteles
para está menda.
Venga
conmigo y dance el definitivo romance,
la nota al
pies, clara y precisa.
Con cuerno
afilado de chivo, rajemos un infinitivo
y partámonos
de risa.
Baila,
baila, punto y coma, compartamos esta broma
y
disfrutemos el acto.
Bendito sea
el intento de poner bien un acento
o de
encontrar un rimo exacto.
Sin premura
para el arte de poner punto y aparte
nos
asomaremos a un risco.
Daremos
luego un paseo a la luz a de un buen fraseo
o, mejor, de
un asterisco.
Seremos más
felices que las famosas perdices
y
empinaremos el codo.
Celebremos
con un ripio el error de un participio,
la gramática
del beodo”.
Lo miró ella
con desprecio, como sólo se mira a un necio.
Cada
inflexión la horripilaba.
De puro
miedo inválido, el hombre se puso pálido.
Hasta su
sintaxis temblaba.
“¡Acábese el
calentón y aparte usted el bastón!”,
protestó un
chillido de rata.
Ella hizo
caso omiso. Y en la tumba del occiso:
AQUÍ YACE
UN FE DE ERRATA.
Raymond Chandler
Buenisimooo, me reí mucho jajaja
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